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jueves, 29 de octubre de 2009

Fragmento El Malogrado

A nuestro padre no le perdonamos que nos haya hecho, a nuestra madre que nos haya parido, decía, a nuestra hermana que sea continuamente testigo de nuestra desgracia. Existir no significa otra cosa al fin y al cabo que: nos desesperamos, según él. Cuando me levanto, pienso en mí con horror y me aterra todo lo que me espera. Cuando me acuesto, no tengo otro deseo que morir, no desesperarme más, pero entonces me despierto otra vez y ese espantoso proceso se repite, se repite en definitiva durante cincuenta años, no hemos deseado otra cosa que estar muertos, y que seguimos viviendo aún y que no podemos cambiar nada, porque somos totalmente incosecuentes, según él. Porque somos la miseria misma, la bajeza misma. ¡Sin talento musical!, exclamaba ¡sin talento para existir! Somos tan altaneros que creemos que estudiar música es lo que importa, cuando ni siquiera somos capaces de vivir, ni siquiera estamos en condiciones de existir, porque la verdad es que no existimos, ¡no existen!, así dijo una vez en la Währingertrasse, después de haber caminado los dos cuatro horas y media por Brigittenau, hasta el agotamiento total. P.55



El se quedaba casi sin aliento cuesta arriba y, sin embargo, se me adelantaba. No podía subir escaleras y, sin embargo, estaba en el tercer piso antes que yo, todo intentos de suicidio, pensé ahora, observando la sala del mesón, intentos inútiles de escapar al existir. P.56

…Werthaimer no se mató en el momento más favorable para él, quien se mata no se mata nunca en el momento más favorable para él, pero la llamada muerte natural es la que se produce en el momento más favorable. Werthaimer había querido emular a Glen, pensé, y al mismo tiempo darle una lección a su hermana, pagárselo todo con creces, al ahorcarse prcisamente a sólo cien pasos de la casa de ella en Zizers. Se compró un billete en Zizers junto a Chur, y se fue a Zizers y se ahorcó a cien pasos de la casa de su hermana. P58

Thomas Bernhard

lunes, 13 de julio de 2009

Bitácora del suicidio

Hans Mayer, alias Jean Améry. Filósofo suicida, y teórico del suicidio. Nació en Viena en 1912, en una familia principalmente judía pero asimilada e integrada en el Imperio Austro-húngaro. Aunque ninguno se hubiese convertido al cristianismo formalmente. Él no se consideraba judío: no conocía el hebreo ni la cultura judía, religiosamente era un agnóstico.

Quien ha sido torturado lo sigue estando (...)Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura, luego no se recupera jamás.


La tortura fue para él una muerte interminable: se suicido en 1978.

Levantar la mano sobre uno mismo. Es verdad que a mí siempre me ha parecido tan sumamente aguda y penetrante que me inclino a utilizarla por muy fenecida que esté. Levantar la mano sobre uno mismo. Se me ocurre una horrible acción suicida de la cual habla Gabriel Deshaies en su libro La psichologie du suicide, aparecido en 1947...


Un herrero puso su cabeza entre los bloques de un tornillo de banco y atornilló con la mano derecha el aparato hasta que le rompió el craneo... El hombre que se corta la yugular con la navaja de afeitar. El poeta y guerrero japonés Mishima se clava la punta de su sable en el vientre, tal como lo dispone el ritual. Un preso enrosca su camisa, que ha desgarrado para hacer una cuerda, rodea su cuello con ella y se ahorca en los barrotes de su celda. Modos violentos de muerte: realmente se levanta la mano.

Levi, Primo. Los hundidos y los salvados. El Aleph editores. Barcelona, 2005.
Améry, Jean. Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria.
Pre-textos. España,2005