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domingo, 22 de noviembre de 2015

Instantes

El tiempo es una caída azul, su trayecto el de una bicicleta que rueda en un instante de cielo; la medición del horizonte se juega del lado de una cara de la moneda que resbala por una ventana desde donde alguien mira y siente el aire, una ventisca formando un caracol como marca del territorio de otra era.

martes, 23 de septiembre de 2014

El plagio una norma literaria

Algunos autores le llaman diálogo al proceso denominado por otros como hipertextualidad. En su Decálogo del perfecto cuentista Horacio Quiroga recomienda imitar hasta el hartazgo al autor idolatrado, lo mismo sucede con Sergio Pitol quien en su texto El mono mimético, nos sugiere la copia fiel como un ejercicio literario. Ilan Stavans en su celebre ensayo El arte de plagiar, nos recuerda que "en la edad de Góngora y Shakespeare reescribir era a un tiempo superar y "rendir tributo" al precursor y maestro" (STAVANS, 1993:38).
La academia nos permite el reciclaje de ideas, basta con leer los 1001 estudios que existen sobre la obra de algún autor, de tal suerte que reciclar está permitido, el plagio No. Hay que dejar claro que éste es menos pretencioso y se mueve con ciertas rutas de honestidad. El plagio no es únicamente el robo de palabras o ideas, sino el acomodo de éstas en escenas nuevas. Me viene a la mente el texto de Borges Pierre Menard autor del Quijote como máxima expresión de esto. ¿Cómo catalogar a un personaje cuya empresa es la de reescribir la obra de Cervantes con la cualidad de colocarla en otro momento histórico?
Basta con pensar a la literatura como una inmensa red de historias y reescrituras que funcionan para múltiples autores. 
Después de esto, la cita se ha convertido en la marca de nuestro tiempo.
Dice Stavans en el ensayo antes mencionado "cada producción es una reproducción, cada rostro una mascara". Lo que me trae a la memoria la obra de Manuel Vicent Son de mar, la cual se lee como una reescritura de la Odisea. El mismo Macedonio Fernandez, quien fuera el maestro oral de Borges, creo un imperio en el que su máxima obra Museo de la novela de la eterna, funciona como una obra que debiera seguir su escritura en manos de otro autor.

Existe un académico que ha dedicado mucho de su tiempo a indagar de dónde provienen algunas de las grandes frases o anécdotas escritas en los libros del autor catalán Enrique Vila-Matas, en este caso, el crítico es una especie de detective privado que trabaja con la minucia y la atención de su memoria lectora para poder reconocer cierto fraseo, citas o alusiones en el texto. La empresa de leer apelando a la memoria es la marca que debe de ser borrada por aquel que trabaja desde los bordes del plagio.

Leer: El plagio una norma literaria

martes, 18 de junio de 2013

Picnic Alquimistas



Crowhurst: In search of the miraculous


Track 1. Prelude, from a great Temple
La alquimia mantiene vigencia en el mundo porque se trata de una cultura íntima. Suena en mi reproductor un disco aleatorio cuyo nombre es In search of the miraculous, de John Zorn, y pienso en si acaso Donald Crowhurst podría ser una especie de alquimista.
En la historia de la literatura del siglo XIX, época donde algunos químicos aceptan el furor de la alquimia en su materia, los alquimistas son vistos con el carácter de un posible corazón codicioso. Esta podría ser una clave para el acercamiento a Crowhurst, un hombre en bancarrota que desaparece el 1 de julio de 1969. La “Carrera del Globo de Oro” fue patrocinada por Sunday Times y, al parecer, con esto inicia el fatídico camino de Donald.
La alquimia, más que un proceso meramente químico, según Bachelard, apela a un proceso de experiencia. “De ahí que por encima de la interpretación materialista de la Alquimia, debe encontrar cabida en un psicoanálisis anagógico del Alquimista”.

lunes, 29 de abril de 2013

La forma de la vela


La forma de una vela

La luz reposa sobre el blanco
en la esquina oscura de la habitación.
La luz tiene un sonido en Lorca
él escuchó la campana de la vela
Yo sólo negro en rededor.
La música viene de un punteo que produce
el aire al traspasar la luz.
El silencio vendría entonces
del levantamiento de la flama
casi al apagarse.
Uno debería estar dispuesto para vivir a oscuras
portar una colección en la mente con letras de colores
y una figura amable del recuerdo de alguna amante.
La luz de la vela y el sonido de la campana
son la materia de vida, no la inercia de un cuerpo a oscuras.
La vela adquiere todas las formas en la noche
suena diminuta por la gran oscuridad
es un respiro de notas silenciadas.
La oscuridad se debe a las restricciones
un hombre cansado sólo ve aquello que está lejos.
El deseo oscuro es una metáfora de lo inalcanzable.

martes, 20 de noviembre de 2012

Trayecto de la A. a la A.

Siempre he pensado que el escritor debe crear desde el ras de la lona, tumbado en el ring. A propósito ocupo la idea de Gombrowicz: 
En la búsqueda del estilo cualquier actitud debe nacer de la eliminación, nacer, en definitiva, de un empobrecimiento.

*
No estoy seguro de haber recordado, sólo encontré una escena en mi mente A. dejó algo olvidado en la ciudad de T. No sé si ya lo sepa, si habrá caído en la cuenta después de muchos años. Para mí esa ciudad árida no había tenido principal interés, fui un par de veces más y en cada llegada sentía que algo se perdía, que algo de mí se quedaba incrustado en alguna partícula del polvo de aquella ciudad. A. quiero pensar, muchos años después, supo que me había olvidado en T. 

*
Regresé unos dos años después de mi última visita, otro propósito, otra mujer, pero la misma letra inicial componía los nombres. Todo tenía otro tono, a pesar del mismo calor que sigo sintiendo sólo de pensar en la mixteca. 
Escribo esto para formarme una geografía. Escribo para moverme por el laberinto, supe cuando leí por primera vez a Christoph Hein que El camino más recto es el laberinto. Sigo pensando en eso.

*
Quizá, en el fondo hago esto para olvidarme de mi trabajo de escritura, para olvidar los personajes que uno es cuando escribe y recuperar el suelo en el que se encontraba antes de empezar a teclear la ficción.

*
Entonces qué pasó en mi vida. La ciudad, que no es la Cittá, se convirtió en un laberinto de letras, no el trayecto de la A a la Z, sino el regreso deliberado de la A. a la A. pero con todos los matices que recorren el alfabeto. Regresé al inicio, como si el susurro de silencios de una mariposa me orillara a empezar. Volver a tocar el mundo...

martes, 30 de octubre de 2012

Escritura a cuatro manos...



Este texto fue realizado junto con el buen Memo Garay, con quien se 
comparte el gusto y la carga de fantasmas de la escritura.





Mi casa se desdobla. Una sábana de hotel. El sillón crece como si fuera hecho para decenas de amigos o más personas que no están. El aire de la habitación que cruza el silencio es sólo la medida del trayecto.

             El trayecto es siempre una hoja en blanco.  

Comienza el encierro. Las paredes se convierten en borradores inmensos: tramas inacabadas en el acto de escribir. Algunos sólo beben café, otros preferimos calar un buen cigarro y entre el vapor y el humo se vislumbran, algunas veces, fantasmas paseándose en la alcoba, esperando ser personajes o al menos acciones que impulsen el relato. Las palabras fluyen. La habitación es un río que arrastra conflictos hasta una corriente en caída libre. Ahí los muros caen. Las ideas implacables chocan contra las rocas, luego callan. Entonces las aguas apacibles son otra vez un pizarrón en blanco. Más tabaco y más café. Hemos aprendido a vivir con el silencio. Somos tejedores de sueños con un pedazo del pie apoyado en la realidad. Y en este entrar y salir… de la alcoba, la sintaxis en los muros se resuelve. Los personajes se despiden haciendo reverencias con un punto final. El sillón sigue vacío, esperando a que las cosas en este hotel vuelvan a tener sentido. La corrección es inminente. Aceptamos la carga. Sabemos que los fantasmas siempre se escriben con puntos suspensivos…  


                    a todos con los que hemos compartido palabras

miércoles, 13 de junio de 2012

Reducido

Desde su aparición en mis sueños fue, en cierto modo, mi perro.
Cuando de día no tengo perro y sí muchas fatigas, es bueno curarse de ellas con un cuzquito nocturno, que no exige de uno ni siquiera moverse de la cama. Sólo es necesario dormirse, con el deseo, que sería inútil expresar a nadie, de esas horas de holgorio -liviano e infantil, lo admito-, para que él se presente dispuesto a jugar o, con comprensión superior de perro, para acompañarme mansamente.

Si se me preguntara no sabría decir cómo es. Pero en sueños podría reconocerlo, infaliblemente, en medio de una jauría compuesta por hermanos idénticos a él. Es que, si bien fue un perrito evidente e indiscutible desde el primer momento, algo tiene que, cuando pienso en él, me sugiere que es distinto porque ha venido a mí paulatinamente, como en una integración demorada. Por esto resulta contradictorio su nombre: Reducido;                                                                                          
aunque le corresponda en relación con su físico. No es que se haya achicado, ni mucho menos que esté en proceso de reducción. Tampoco advierto -he aquí otra cuestión importante-, por más que observe, que crezca ni siquiera un poquito, siendo como es tan natural que los perros de corta edad se desarrollen casi de día en día, como cabría decir exagerando un tanto. Esto le da algunos caracteres de inmutabilidad que no me tienen tranquilo. Si Reducido, si mi Reducido, este perrito tan jovial, tan buen perro, es decir, tan buen amigo, no varía, es que tiene la fijeza de un sueño, nada más que de un sueño. Es, entonces, mi Reducido, como una persistente pesadilla, que vuelve siempre, igual, torturante, y aunque él no puede considerarse de ningún modo pesadilla me tiene el corazón sobresaltado, no en el momento en que se extingue, sino en el día,
por la probabilidad nunca desechable, de que en la noche no vuelva.

Por eso, admitiendo que sea un sueño, necesito que se traslade a mi vida despierta. Si lo es, tendré, en esta miserable vida mía, sin sol, aunque bajo el sol, un sueño. Si lo es, no tendré que temer la ausencia definitiva, una noche cualquiera, porque, pese a que nada ha hecho para que yo pueda juzgarlo así, puede ser inconstante y pasarse, con sus pasos de sombra, a los sueños de alguno de mis vecinos. Vivo, sobre la tierra, es indiscutible, puede morir. Pero pensaré en su muerte como en la mía: pensaré que es algo que no viene, aunque se desee, si no se busca de frente.

Ya he conversado con Reducido. Le confesé, francamente, mis inquietudes, que quizás antes no se le escapaban, porque es muy perspicaz, muy avisado. Le pedí que se apee de la noche y venga. Me pidió él que no le exigiera la respuesta hasta la noche de ayer. Su respuesta no responde directamente a mi pedido. Me contesta que sí, que le gusta ser mi perro y podemos pasar juntos más tiempo; pero a su vez, me propone algo que también me obliga a diferir la respuesta, hasta pensarla bien.

Esta noche debo contestarle. No faltan muchas horas y he de resolver, siendo, como es, tan difícil decidir sobre lo que Reducido quiere. Porque lo que Reducido quiere es que yo me vaya con él, es decir, que yo me vaya con él a los sueños.

Antonio Di Benedetto. Mundo animal (1953)