comparte el gusto y la carga de fantasmas de la escritura.
Mi
casa se desdobla. Una sábana de hotel. El sillón crece como si fuera hecho para
decenas de amigos o más personas que no están. El aire de la habitación que
cruza el silencio es sólo la medida del trayecto.
El
trayecto es siempre una hoja en blanco.
Comienza
el encierro. Las paredes se convierten en borradores inmensos: tramas inacabadas
en el acto de escribir. Algunos sólo beben café, otros preferimos calar un buen
cigarro y entre el vapor y el humo se vislumbran, algunas veces, fantasmas
paseándose en la alcoba, esperando ser personajes o al menos acciones que
impulsen el relato. Las palabras fluyen. La habitación es un río que arrastra conflictos
hasta una corriente en caída libre. Ahí los muros caen. Las ideas implacables
chocan contra las rocas, luego callan. Entonces las aguas apacibles son otra
vez un pizarrón en blanco. Más tabaco y más café. Hemos aprendido a vivir con
el silencio. Somos tejedores de sueños con un pedazo del pie apoyado en la
realidad. Y en este entrar y salir… de la alcoba, la sintaxis en los muros se
resuelve. Los personajes se despiden haciendo reverencias con un punto final.
El sillón sigue vacío, esperando a que las cosas en este hotel vuelvan a tener
sentido. La corrección es inminente. Aceptamos la carga. Sabemos que los fantasmas
siempre se escriben con puntos suspensivos…
a todos con los que hemos compartido palabras
2 comentarios:
Les quedó muy bueno. Saludos.
Gracias por la vuelta Rogelio, un saludo.
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