[] Fractario-Re

martes, 29 de septiembre de 2009

...la miseria genera un cierto erotismo y expresa una necesidad. El deseo de seguir vivo a pesar de todo o la comprobación de que en lo más subterráneo y bajo, en los sótanos más oscuros, se siguen imitando los gestos de la vida.

Santiago Gamboa

viernes, 25 de septiembre de 2009

Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento. Andar sin pensamiento.

Ricardo Piglia o fue ¿Emilio Renzi?

lunes, 21 de septiembre de 2009

Lo más parecido a la felicidad era el ritmo constante de las obligaciones ineludibles que le sujetaban al momento presente como los alfileres sujetan las mariposas enmarcadas.

Ray Loriga

domingo, 20 de septiembre de 2009

Cualquier estilo, cualquier actitud definida nace de la eliminación, nace, en definitiva, de un empobrecimiento. W. Gombrowicz

martes, 15 de septiembre de 2009

La francesa

Una mujer inteligente.
Una mujer hermosa.
Conocía todas las variantes, todas las posibilidades.
Lectora de los aforismos de Duchamp y de los relatos de Defoe.
En general con un auto control envidiable,
Salvo cuando se deprimía y se emborrachaba,
Algo que podía durar dos o tres días,
Una sucesión de burdeos y valiums
Que te ponía la carne de gallina.
Entonces solía contarte las historias que le sucedieron
Entre los 15 y los 18.
Una película de sexo y de terror,
Cuerpos desnudos y negocios en los límites de la ley,
Una actriz vocacional y al mismo tiempo una chica con extraños rasgos de avaricia.
La conocí cuando acababa de cumplir los 25,
En una época tranquila.
Supongo que tenía miedo de la vejez y de la muerte.
La vejez para ella eran los treinta años,
La Guerra de los Treinta Años,
Los treinta años de Cristo cuando empezó a predicar,
Una edad como cualquier otra, le decía mientras cenábamos
A la luz de las velas
Contemplando el discurrir del río más literario del planeta.
Pero para nosotros el prestigio estaba en otra parte,
En las bandas poseídas por la lentitud, en los gestos
Exquisitamente lentos
Del desarreglo nervioso,
En las camas oscuras,
En la multiplicación geométrica de las vitrinas vacías
Y en el hoyo de la realidad,
Nuestro absoluto,
Nuestro Voltaire,
Nuestra filosofía de dormitorio y tocador.
Como decía, una muchacha inteligente,
Con esa rara virtud previsora
(Rara para nosotros, latinoamericanos)
Que es tan común en su patria,
En donde hasta los asesinos tienen una cartilla de ahorros
y ella no iba a ser menos,
Una cartilla de ahorros y una foto de Tristán Cabral,
La nostalgia de lo no vivido,
Mientras aquel prestigioso río arrastraba un sol moribundo
Y sobre sus mejillas rodaban lágrimas aparentemente gratuitas.
No me quiero morir, susurraba mientras se corría
En la perspicaz oscuridad del dormitorio,
Y yo no sabía qué decir,
En verdad no sabía qué decir,
Salvo acariciada y sostenerla mientras se movía
Arriba y abajo como la vida,
Arriba y abajo como las poetas de Francia
Inocentes y castigadas,
Hasta que volvía al planeta Tierra
Y de sus labios brotaban
Pasajes de su adolescencia que de improviso llenaban nuestra habitación Con duplicados que lloraban en las escaleras automáticas del metro,
Con duplicados que hacían el amor con dos tipos a la vez
Mientras afuera caía la lluvia
Sobre las bolsas de basura y sobre las pistolas abandonadas
En las bolsas de basura,
La lluvia que todo lo lava
Menos la memoria y la razón.
Vestidos, chaquetas de cuero, botas italianas, lencería para volverse loco,
Para volverla loca,
Aparecían y desaparecían en nuestra habitación fosforescente y pulsátil,
Y trazos rápidos de otras aventuras menos íntimas
Fulguraban en sus ojos heridos como luciérnagas.
Un amor que no iba a durar mucho
Pero que a la postre resultaría inolvidable.
Eso dijo,
Sentada junto a la ventana,
Su rostro suspendido en el tiempo,
Sus labios: los labios de una estatua.
Un amor inolvidable
Bajo la lluvia,
Bajo ese cielo erizado de antenas en donde convivían
Los artesonados del Siglo XVII
Con las cagadas de palomas del Siglo XX.
Y en medio
Toda la inextinguible capacidad de provocar dolor,
Invicta a través de los años,
Invicta a través de los amores Inolvidables.
Eso dijo, sí.
Un amor inolvidable
Y breve,
¿Como un huracán?,
No, un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada,
La cabeza de un rey o un conde bretón,
Breve como la belleza,
La belleza absoluta,
La que contiene toda la grandeza y la miseria del mundo
Y que sólo es visible para quienes aman.



Roberto Bolaño. Los perros románticos

martes, 8 de septiembre de 2009

Pasión significaba desilusión; y es el entusiasmo de la noche el que, más tarde, por la mañana, nos dejará sin fuerzas.

Gonzalo M. Tavares

lunes, 17 de agosto de 2009

Tierra de Fuego

Estuvimos hablando en la cocina hasta la alta noche;
la lámpara de aceite brillaba con suavidad
y los objetos, alentados por su quietud,
surgieron en medio de la oscuridad para decirnos
sus nombres: silla, jarra, mesa.

A medianoche, me invitaste a contemplar
el oscuro cielo de agosto, recorrido
por una explosión de estrellas.
El pálido resplandor de la noche infinita
temblaba encima de nosotros.

El mundo ardía en silencio,
un fuego blanco que lo envolvía todo,
ciudades, iglesias, pilas de heno con perfumes
de trébol y yerbabuena. Los árboles ardían
en sus copas, el viento, las llamas, el agua, el aire.

¿Por qué es tan silenciosa la noche, si los volcanes
mantienen los ojos abiertos y el pasado
es presente, amenazando, acechando
en su guarida, como el enebro o la luna?
Tus labios están fríos y la aurora
será un pañuelo en una frente enfebrecida.

lunes, 13 de julio de 2009

Bitácora del suicidio

Hans Mayer, alias Jean Améry. Filósofo suicida, y teórico del suicidio. Nació en Viena en 1912, en una familia principalmente judía pero asimilada e integrada en el Imperio Austro-húngaro. Aunque ninguno se hubiese convertido al cristianismo formalmente. Él no se consideraba judío: no conocía el hebreo ni la cultura judía, religiosamente era un agnóstico.

Quien ha sido torturado lo sigue estando (...)Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura, luego no se recupera jamás.


La tortura fue para él una muerte interminable: se suicido en 1978.

Levantar la mano sobre uno mismo. Es verdad que a mí siempre me ha parecido tan sumamente aguda y penetrante que me inclino a utilizarla por muy fenecida que esté. Levantar la mano sobre uno mismo. Se me ocurre una horrible acción suicida de la cual habla Gabriel Deshaies en su libro La psichologie du suicide, aparecido en 1947...


Un herrero puso su cabeza entre los bloques de un tornillo de banco y atornilló con la mano derecha el aparato hasta que le rompió el craneo... El hombre que se corta la yugular con la navaja de afeitar. El poeta y guerrero japonés Mishima se clava la punta de su sable en el vientre, tal como lo dispone el ritual. Un preso enrosca su camisa, que ha desgarrado para hacer una cuerda, rodea su cuello con ella y se ahorca en los barrotes de su celda. Modos violentos de muerte: realmente se levanta la mano.

Levi, Primo. Los hundidos y los salvados. El Aleph editores. Barcelona, 2005.
Améry, Jean. Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria.
Pre-textos. España,2005