Imagen: André Kertész
La vida es un proceso de demolición
F. S Fitzgerald
Me siento como si hubiera activado el botón de invisibilidad. Al encontrarme parado, una tarde frente a un gran vitral en calle Reforma y la 5 sur, no pude sino sentir espanto. Vi todo menos mi reflejo, por unos breves momentos dejé de existir, veía las cámaras usadas, las bicicletas que ofertan en ese establecimiento, incluso, veía la claridad de un peugeot azul eléctrico, la hermosa conductora de éste que se miraba en el retrovisor aliñándose el cabello, pero yo no aparecía en esa línea intermedia del cristal, me dice Paul mientras vamos calle abajo hacia el centro. Le digo que cada vez más las ciudades suelen teñirnos de ese semblante como transparente, que dependemos de la mirada ajena y entonces, recuerdo una cita de Benjamin, en la que, al contrario del terror que sentía Paul, W.B pensaba en lo bonito que sería quedar perpetuado en las profundidades, con la única condición de que una de las tantas colinas submarinas llevase su nombre, fue la única manera que tuve como para intentar tocar el hombro de Paul quien por supuesto no se encontraba ahí.