mañana también yo?
¿Seré mi creador, mi criatura,
seré lo que pasó?
Miguel de Unamuno
El librero de madera frente al sillón, a punto de desbordarse, se llena de más libro con letras plata. Los reflejos caminan ahora como dueños por la casa.
Había regresado esa mañana del parque. Tenía tiempo y decidió pasarlo en aquella librería que le gustaba tanto. Ese espacio lleno de olores, de historias y recuerdos que por momentos invaden. Un olor dulce lo atrae, no es la portada la que lo introduce en las historias, es el movimiento y el ron quemado del ambiente. Toma el libro y lo paga, sale de ahí.
En casa el librero empieza a tambalearse, convirtiéndose en un ritmo semejante a las manecillas del reloj, el sonido es ahora la expresión mínima de la soledad en casa.
Un libro lleno de polvo en el suelo, refleja mínimos destellos plata.
Por la noche revisa las páginas lentamente, el gato restriega su cola en la pierna, sintiendo más de una presencia. No se preocupa, la historia le ha ganado, es la página 366 y aún siente ganas de seguir leyendo. Ha decidido dejar de ser un lector salteado, prefiere terminar la historia de una buena vez. De un salto, el gato llega hasta las páginas del libro, cosa que ya no le disgusta, aunque sigue teniendo cierto cariño por las hojas amarillentas. Llega hasta el último párrafo y la presencia se ha acumulado, pero él sigue con la insistencia de terminar su libro. El gato se pierde maullando.
Se levanta del sillón en el que estuvo leyendo, apaga la lámpara de luz blanca, que empezaba a molestarle. Cruza un pasillo oscuro y frío para llegar a su cuarto, una leve mirada lunar se filtra. Son cerca de las tres de la madrugada, hora de dormir, ha pensado.
Un micro-universo se movía a la par de su lectura. Algo ronda por las letras infinitas de los libros en su biblioteca.
Por la mañana, entra a su galaxia de papel, miles de micro-luces le ciegan, un diminuto escuadrón invertebrado con destellos plata ha vivido en sus libros desde hace bastantes años. Un ácido alimenta a esas criaturas. Sale. Busca a Claus, ya que no durmió junto a su cama, la historia ahora podría pensarse como una idea que implica la desaparición, es decir, es un gato, lo que resta es que salga de su vida, él está acostumbrado a eso. Tenía cierto cariño por sus libros, una de las razones era que no pueden moverse, permanecen en casa, confiaba en que estarían ahí.
Vuelve a la biblioteca, un ejército de frágiles e infinitos destellos trepan hasta él, suben hasta su cuello, el cuerpo brillante es consumido poco a poco, es brisa de mar en un atardecer que declina en una playa casi imperceptiblemente, el cuerpo ronroneando cae desprovisto, consumido por los millones de reflejos que antes habían devorado las historias, cada una de las letras.