El mandato silencioso se desliza hacia la superficie de las aguas, brilla en la cima de la hierba y aflora la palabra cotidiana. es la respuesta, el asentimiento que retumba, el "sí" tanto tiempo reprimido como si su retraso debiera aumentar la carga, extender la amplitud de la explosión y tornar la partida irreversible. Retumba. Arbitraria deflagración, él surge del hocico de un cañón cualquiera y su reculada me tira al suelo, aquí, en cualquier lugar, si estoy vivo. Aquí, en este momento un lugar habitable debido a una imperceptible fractura, del ínfimo intervalo que modera mi libertad de don y de movimiento, igual a cierto latido del corazón identificado de pronto y del cual revela ser su causa fugaz. Si dejo entonces de estar excluido, separado por alguna muralla transparente, es para trastornar lo que quiero, saquear lo que me regalan, atar en gavillas las ramas muertas para la hoguera de aquellos que acaso no vendrán. Porque la escritura no nos devuelve nada. La misma consumación resulta imperfecta.
Jacques Dupin. El sendero frugal
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