Importa poco no saber orientarse
en una ciudad. Perderse, en cambio,
en una ciudad como quien se pierde
en el bosque, requiere aprendizaje.
Enrique Vila-matas
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Uno viaja cuando se encuentra perdido. Amanecí extraviado ¿No hay nada en la bandeja? La manera en la que veo evaporarse las cosas que me importan, no puede sino desestabilizarme. Tomé un autobús con destino fijo. Busco un lugar ajeno, miro rostros distintos a los que cotidianamente veo y aún así, algún timbre de voz que me suena reconocible, me hace prestarle atención.
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He venido a esta ciudad porque cumple años alguien a quien quiero y, aunque no crea mucho en este tipo de festividades, sé que es importante para los dos que yo esté acá. A pesar de que hoy sea martes, percibo una levedad, un aligeramiento en los pasos de los otros. Ya mañana "correré hacia ninguna parte" pienso en Kafka. Uno declara en un instante la peregrina esperanza.
Hay una idea fija "viajar para narrar". Y hay una más : Ella ya no está. Ella no llega, aparece. No aparece, se vislumbra. Asoma hasta que en un momento se hace la plenitud.
Entonces en el viaje uno olvida. Narrar el olvido. Narrar los vestigios de una gota evaporada...
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Hablar de realidad empieza a perder sentido. Ahora estoy leyendo, vivo en un mundo de libros, de citas, de experiencias robadas. En contraste a la irrealidad debería pensar en la inexactitud. "Una leve distorsión y todo se ha perdido...¿Por qué hemos gastado tanto tiempo pensando a la verdad como un hecho moral? Mentir no es una alteración de la ética, sino una especie de falla en una máquina de vapor del tamaño de esta uña." La verdad es tan artificial como el tiempo. Así que si no encuentro el mensaje en mi bandeja, no debería importarme, tampoco estoy seguro de que eso haya sido cierto. Aunque también podría decir: Soy una máquina con fallas que se conduce con choques irremediablemente.
En definitiva, pienso en Macedonio Fernández: he venido para emanciparme de mis imposibles.