Al señor Valéry no le gustaba competir.
Solía decir, al respecto de cualquier competición, que todas las clasificaciones eran malas del primero al último puesto.
Y se preguntaba:
-¿Ganar a los demás para qué? ¿Perder frente a los demás por qué?
-Prefiero ser el viceúltimo o subúltimo -apostillaba con ironía.
Y explicaba:
-Sólo existe justicia en una competición si todos parten de condiciones iguales. Pero eso no existe, sabido es. Y si todos fuesen iguales, ¿cómo podría quedar uno por delante de otro? En una competición las personas siempre acaban como habían empezado -concluía el señor Valéry.
Y el señor Valéry añadía:
-A mí lo que me gustaría sería una carrera de cien metros en la que cada pista terminase en un punto distinto.
-Imaginad cuatro pistas de cien metros que fuesen así...
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-De este modo -proseguía el señor Valéry-, al acabar la competición, cada atleta comprendería mejor que le esperaba al día siguiente. Aunque ganara la competición, acabaría la carrera solo, lo que en sí es una pequeña lección de vida.
Y tras esta afirmación algo ambigua, el señor Valéry retomó su paseo diario, el cuerpo ligeramente encorvado, el sombrero calado hasta las orejas, y solo, completamente solo. como siempre.
Gonzalo M. Tavares
El señor Valéry
2 comentarios:
A Deyanira le gusta tu cita ;)
Deyanira será el próximo préstamo, un abrazo.
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